Días duros para el
Betis y para los béticos. Otro
derbi perdido. En esta ocasión, soportando más guasa de la esperada. "Tan fuerte como el dolor que se siente cuando muere un familiar". Así lo sintió Juan Merino. La
Sevilla dual deja el goce para su parte sevillista. Fiesta que tardará en olvidarse en las gradas del Sánchez Pizjuán porque los béticos no vieron ni un resquicio abierto a la esperanza. Ni una sola opción de meterse en la eliminatoria para decir adiós a la Copa con la cabeza alta. Se cierra otro derbi a doble partido con menos emoción que el europeo, porque al
Betis ni siquiera le ayudó el ´efecto Merino´.
La afición del
Sevilla quería hurgar en la herida del eterno rival, una ´manita´ pedía tras el 2-0, pero su equipo no. Sesteó en la segunda parte y, sin apretar el motor, se encontró con otros dos goles más. Emery se permitió el lujo, incluso, de "hacer equipo" -dijo-, de rotar y dar minutos buscando la plena implicación de todo el plantel. Le salió bien, pero hubo más de un recelo en quienes le tienen en permanente estado de duda. Ante el Betis no caben pruebas. Mel, sin ir más lejos, debe gran parte de su despido al once con el que faltó al respeto al derbi copero de ida y a la que hasta hace dos días era su afición.
Pero al
Betis apenas le palpita el corazón. Siempre llega tarde. A los partidos, como si de una enfermedad crónica se tratara: otro gol en los primeros minutos. A los descartes o fichajes que se esperan: ninguno a mediados de enero. Y a una eliminatoria que ya regaló Mel en el Villamarín. Un equipo desangrado en la impotencia ante una afición rival relamiéndose los labios a gritos de ´olé´. Reyes bordándolo otra vez y Emery echando un cable a Llorente cambiándole junto a él, escondiendo en la ovación al capitán los pitos al delantero. Sonrisas y lágrimas. Un Sevilla que vuelve a hacer historia y un Betis que no hace honor a la suya.
Joaquín Adorna
