Se anuncia otra semana movidita en el plano institucional en el Betis. Pasado el mercado de fichajes se acaba la tregua y saldrá a la luz, salvo cambio en las previsiones, la falsa paz jamás firmada, el silencio guardado hipócritamente para no entorpecer a la institución en estos días cruciales de altas y bajas.
La creación del comité ejecutivo en el que
Ollero se ha hecho fuerte junto a
Haro y
Catalán ha sido la gota que ha colmado el vaso. Creado con nocturnidad y alevosía, se comenta entre algunos de los que han quedado fuera. Una traición mal ejecutada que va a traer cola.
Ollero está en el punto de mira. No se comparte su forma de gobernar, como no gusta su afán de protagonismo y, lo que es más grave, se lanzan veladas sospechas sobre operaciones extrañas plagadas de comisiones y de alto riesgo para el
Betis. Se desconfía, y no sólo de Ollero, también de
Macià y de algún chocante entorno que participa en casi todo lo que mueve el director deportivo. ¿Pruebas? Ninguna.
De momento, mucho malestar, alguna certeza documentada y muchas preguntas malintencionadas en el aire. Pero así de enrarecido está el ambiente. Puyazos de quienes tienen acciones y arriesgan su patrimonio a quien, entienden, quiere mandar cual despótico amo de un cortijo y, además, pretende salir siempre en la foto. Otra
crisis institucional a punto de estallar en el peor momento de la temporada.
Algún iluminado, algún bético con autoridad y personalidad, debería buscar el consenso entre todos, entre los que ahora mandan y los que se quejan de 'no tocar pelo'. ¿Llegarán algún día dirigentes que estén a la altura del club, que piensen exclusivamente en el bien de la institución y que actúen con el amplio sentido de la responsabilidad que exige el
Betis y su
afición? Seguiremos esperando.
Joaquín Adorna
