La historia se repite, no es nueva, pero no debemos permitir que la reiteración genere síntomas anestésicos. Los
precios de las entradas para la
final de Copa (Barça-Sevilla, Vicente Calderón, 22 de mayo) son escandalosos,
abusivos. 50 euros la más barata, aceptable teniendo en cuenta la excesiva demanda y la escasa capacidad del Calderón (ni 55.000 espectadores), pero se superan los 100 euros en muchas zonas del estadio y se alcanzan los 240 en las más caras.
No se trata de mirar sólo a esta última y llamativa cifra. El cuadro general de precios indigna. Las entradas de
220 euros, 210, 180..., teniendo en cuenta la crisis que aún azota a nuestro país, destapan una realidad: no se ha tenido la más mínima sensibilidad hacia los aficionados de uno y otro equipo que, dicho sea de paso, han tomado parte en la decisión. El fútbol como artículo de lujo. Hay quien puede, obvio, darse el gusto, pero en la mayoría se ha instalado la frustración de ni siquiera aspirar a ver la final de su equipo en el campo.
Lo verá en directo? en televisión, qué remedio. El problema está en el origen: la incapacidad de
Villar para fijar una sede con antelación y con el aforo que merece el evento. Pero también en un modelo que maltrata a los seguidores, pensado para hacer caja, y que queda en evidencia comparado con el de otros países. Un sólo caso, hay otros muchos, lo ilustra: la FA Cup Final en Wembley (86.000 espectadores).
La
Federación inglesa ha decidido este año bajar 5 libras el precio de la entrada más cara dejándolo en 25 (33,32 euros), 10 libras para estudiantes y jubilados, y 1 libra para menores de 16 años. Otro mundo pensado para los aficionados. Una bajada de precios "por el compromiso fuerte y continuo de los admiradores que apoyan la FA", indica en su web oficial la FA. En España, 19.301 entradas para cada equipo. En el caso del
Sevilla, se quedan en 14.476. El resto, un excesivo 25%, para compromisos del club (el 18% va a emplear el Barça en los suyos). Entre el citado recorte y los precios indecentes, la ilusión por los suelos. Gasto desproporcionado y desencanto generalizado: miles de sevillistas de finales que no podrán cumplir el sueño de acudir a la final.