Se rompió un Señor, con mayúsculas. Se quebró la rodilla de un trabajador honesto, de un futbolista que despierta el cariño y el respeto de todos por su forma de entregarse, por su talante, por la clase que demuestra un caballero en cada acción dentro y fuera de los terrenos de juego.
Hincó la rodilla Krohn-Dehli, se vino a la mente de todos la grave lesión de Pareja en los cuartos de final ante el Zenit, y se astilló la sensibilidad de compañeros y aficionados, incluso de rivales. El dolor de otro herido en otra gran batalla. Pareja compartió la gloria que merecía, una Europa League con clara dedicatoria, y el danés merece el título a una carrera extraordinaria. Llegará o no, pero tiene la ovación garantizada de una afición que sabe valorar a quienes defienden la camiseta con cuerpo y alma.
La pena despertó la rabia y el Sevilla recuperó lo que parecía fácil tras el tempranero gol de un genial Vitolo, y lo que estuvo a punto de convertirse en misión imposible por culpa de decenas de errores propios, en la construcción del juego y en la definición. Estaba llamado a ser la semifinal del endiosado Konoplyanka, y el ucraniano tuvo detalles de la grandeza que aún esconde. Pero el triste protagonista fue Krohn-Dehli. Dejó helado el corazón de todos, pero la sangre de este Sevilla hierve en dos segundos cuando se trata de homenajear a sus humildes héroes caídos.
Joaquín Adorna
