Quizás se equivocó en la segunda mitad porque tardó en reaccionar cuando el Sevilla había perdido completamente la arrolladora identidad de la primera, pero el primer tiempo fue de los mejores que se recuerdan en el Sánchez-Pizjuán ante un equipo poderoso como el Barça. Sampaoli renunció a la excusa del mal arbitraje, pese a que Jaime Latre dio motivos para la queja: se repitió el fuera de juego de Mestalla en el primer gol del Barça, con Rakitic en la posición de Luis Suárez; hubo un posible penalti de Umtiti a Correa en la última jugada del partido; y sólo descontó tres minutos, el tiempo que tardó Messi en salir del campo con una bota menos faltando al respeto al árbitro al más puro estilo Cristiano.
Sampaoli vive centrado en mejorar a su equipo y no entra en batallas que se salen de su ámbito. Incluso aceptó en rueda de prensa, con llamativa humildad, una crítica táctica por no reforzar el centro del campo perdido en el segundo acto. "Lo analizaré y le diré, quizás esté usted en lo cierto". Perdió el Sevilla pero la afición se marchó con la cabeza alta. El equipo se desinfló tras cuarenta y cinco minutos para enmarcar. Acusó el esfuerzo, el bajón de un Nasri convaleciente y pagó con la derrota los errores ante un genio, Messi, y dos futbolistas de otra galaxia: Suárez y Neymar. Dulce derrota que deja entreabierta la puerta de una futura gloria.
Joaquín Adorna
