Tras la década de los títulos se abre en el Sevilla un nuevo ciclo con un altísimo listón de exigencia. Acostumbrado a levantar copas y a disputar finales, la entidad, con su presidente José Castro a la cabeza, ha decidido dar un atrevidísimo paso al frente: consolidarse en la Champions como paso previo a intentar alcanzar en un lustro los 200 millones de euros de presupuesto con los que disfrutar de un plantel con jugadores de altísimo nivel.
Sube el objetivo con una dificultad añadida: el cambio en la filosofía de juego, la apuesta por un nuevo entrenador amante del fútbol ofensivo manteniendo la costumbre de vender para seguir creciendo. El adiós a Banega, a Gameiro, a Krychowiak y a quien garantizaba victorias, Unai Emery, despertó temores en los resultadistas, pero el presunto salto al vacío sin red ha acabado en la inyección de ilusión que ha generado en los aficionados el pragmático Sampaoli, su cohorte argentina y el talentoso grupo de 'jugones' que Monchi ha puesto a su disposición.
El Madrid espera en los octavos de la Copa del Rey; el Leicester en los octavos de Champions; y el tercer puesto en Liga invita a soñar, porque así lo transmite el entrenador, con un -a priori- imposible: el título de Liga. El modelo cambia y crece. Se va gente 'imprescindible' -Monchi puede ser el siguiente-, pero sigue avanzando un proyecto estable y, de momento, sin techo.
Joaquín Adorna
