El legado de la 'Abuela del Betis'

Joaquín AdornaJoaquín Adorna
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El legado de la 'Abuela del Betis'
- Joaquín Adorna
El personaje se tragó a la Señora entrañable y cariñosa de dulce mirada en sus ojos enterrados entre arrugas, piel morena, boca desdentada y ojeras de bolsas de lágrimas nunca derramadas. En la seria pose para una foto se dibujaba en su rostro, en sus labios, las líneas de la tristeza que, al hablar del Real Betis ante las cámaras, se transformaban en cara feliz e iluminada. Se activaba. Le encantaba. Entraba de lleno en su mundo fantástico. Disfrutaba cantando, bailando, exportando a España y al mundo la alegría del sentimiento bético.

Recibía el cariño de aficionados y jugadores. Le regalaron el sonotone que no arregló su sordera, pero que llenó de pálpitos de cariño su corazón verde. Se abrazaba ciegamente a la ternura de su primer gran ídolo, Rafael Gordillo; y al ´feeling´ de su otro ojito derecho, su niño de botas blancas. Para ella siempre eran "bonitos, qué bonitos, los goles de Alfonsito".

Doña Concepción Andrade, la 'Abuela del Betis', fue mucho mejor que la abuela del Betis, a la que a veces se utilizó para mostrar la parte más chabacana de la forma de ser de los sevillanos. Esos tópicos que no nos definen. La Sevilla de chiste fácil y ruidosa pandereta que tanto ´compran´ en Madrid, donde se deciden los contenidos de las cadenas nacionales. Si alguna vez perdí el criterio y rebasé esa línea, ya les digo que me equivoqué. También les digo que procuré no hacerlo, que siempre la traté con el respeto que merecía lo mucho que representaba.

La ´Abuela del Betis´ ha dejado un mensaje mucho más profundo que una estereotipada estampa o forma de ser. Era mucho más que una diadema verde sobre el pelo blanco, una bufanda verde y blanca al cuello, o una voz aguda y, a veces, estridente. Si alguien se ha dejado engañar alguna vez por la apariencia, que no busque condiciones, sellos de calidad ni características para una modélica embajadora del Betis.

La ´Abuela del Betis´ se marcha, pero nos deja la eterna representación, suya y de otras muchas abuelas béticas, de la abnegada y desinteresada pleitesía a un sentimiento. Ése es su único y mejor legado: vivir por y para el Betis. Dormir en su casita de Juan XXIII soñando con volver a la ciudad deportiva y al estadio que verdaderamente llenaban su espíritu. Siempre estaba. Siempre llegaba. Siempre se le esperaba. Descanse en paz dejando en el recuerdo su ´Mucho Betis´ siempre en la boca saliéndole del alma. 
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