Serra Ferrer lo ha visto claro, aunque no hacía falta ser un iluminado para saber que, probablemente, el único intocable en la actual plantilla del
Betis debería ser
Dani Ceballos. Él,
Adán, la explosión de
Durmisi,
Rubén Castro y, por su calidad y liderazgo, también salvaría a
Joaquín. El resto puede y debe estar puesto en el escaparate del mercado para buscarles compradores y fichar a otros que den un salto de calidad a un plantel muy mejorable en todas sus líneas.
El renovado
Petros, a quien -con sus muchas carencias- nadie puede quitarle su honestidad, tiene la opción de volver a Brasil de la mano del
Sao Paulo, y Serra no ha dudado. El extrañamente intocable ya es más que transferible. Tres cuartos de lo mismo debe pasar con
Pezzela o
Jonas Martin, por citar sólo a los que tienen a equipos interesados en sus servicios. Se trata de ingresar la máxima cantidad posible para recuperar las maltrechas arcas del Betis y acudir al mercado con opciones de ganar algún mano a mano con clubes de similar potencial.
Vendiendo lo poco vendible, el Betis quiere hacer un equipo en torno a
Ceballos, pero tiene un problema: no tiene bien atado a su rey. Desde el club no se le protegió cuando
Poyet le envió a un ostracismo que pudo costarle su participación en el
Europeo Sub 21 en el que ahora se encuentra con España. El chaval puso de su parte. Aguantó el chaparrón, renovó, ha crecido en cada partido, ha demostrado dotes de liderazgo? pero a su gran talento se le ha quedado pequeña la cláusula de rescisión que le puso el club (15 millones de euros de los que el Betis sólo percibiría nueve).
Legítima ambiciónEn su día,
Ceballos cedió y acertó. No tenía mejor opción para crecer deportiva y personalmente que un Betis en el que la afición le valora. Ahora es lógico que quiera estar centrado en el Europeo y es legítima su ambición, la que tendría cualquier ciudadano en su profesión. Si rinde al nivel que se le presume, cualquier club poderoso tendrá a alcance de su cuenta corriente a una de las grandes promesas del fútbol europeo.
Serra Ferrer tendrá que recurrir a todo su poder de convicción para frenar un adiós que parece cantado porque en su día se le renovó tarde y mal. Si así ocurre, debería ser el primero y último en esta nueva etapa con el mallorquín al frente de la dirección deportiva.
Un punto de inflexión para empezar a cuidar -desde que empiezan a destacar en la Liga Promises los más pequeños- a todos los canteranos y establecer un sistema, un modelo, un control, con el que evitar nuevas fugas de futuros talentos. Y si se marchan, al menos, que dejen las arcas llenas de millones.