No es el
Barcelona que enamoraba con
Guardiola hace ya un lustro ni el que adquirió velocidad de crucero con
Luis Enrique, pero, pese a caer en la final de la Supercopa ante el Real Madrid en este arranque de temporada, el
Barça de
Ernesto Valverde aún tiene argumentos más que suficientes como para considerarse un equipo a temer, principalmente por el potencial ofensivo que supone la mera presencia de
Leo Messi en su once titular.
Contar con el argentino al frente del equipo supone una razón de peso para que tiemble cualquier club mortal, lo que no es óbice para señalar que el tiro de la dirección deportiva azulgrana este verano le ha salido por la culata. A doce días para el cierre del mercado estival, solo ha fichado a
Nelson Semedo,
Gerard Deulofeu y
Paulinho Bezerra, aunque se espera que antes de que cierre la ventana de transferencia lleguen
Dembelé y
Coutinho.
Si ya el pasado curso la todopoderosa plantilla culé adolecía de una falta evidente de fondo de armario, ahora, tras la marcha de Neymar, mucho más, a lo que se le suma el cada vez más frágil
Andrés Iniesta, al que siguen sin encontrarle un relevo natural.
Con
Valverde, la filosofía se mantiene, aunque de momento el equipo se ha mostrado sin orden en la medular y con poca profundidad. Las baja de
Suárez convierte a este Barça del arranque 17/18 en el más frágil en las dos áreas de los últimos tiempos.