La ciudad noruega de Longyearbyen es la que está situada más al norte del mundo y, según sus habitantes, también la más
feliz."Solo debe de existir un
lugar en el mundo donde alguien puede entrar con un rifle y un pasamontañas en un banco sin que nadie se inmute: Longyearbyen". Esta frase, pronunciada por uno de los diez policías que vigilan un territorio tan grande como Irlanda, puede servir para resumir la vida en la ciudad situada más al norte del mundo, capital del archipiélago de las Svalbard, de soberanía noruega.
Longyearbyen tiene 2.240 habitantes, 40 nacionalidades y un gigantesco valor estratégico que no hace más que crecer con el cambio climático, que propicia nuevas rutas marítimas a través del Polo Norte y un acceso más rápido a sus inmensos recursos naturales. El único problema de seguridad son los osos polares (unos 3.000 en las tres islas principales), motivo por el que la ley exige que cualquier ciudadano que abandone los escasos núcleos de población debe ir armado con un rifle de un calibre suficiente para tumbar a una criatura imprevisible, peligrosa y que puede llegar a pesar hasta 800 kilos.
Pese a ser mucho más accesible que otros lugares del Ártico, no tiene pueblos nativos: nadie vivía allí antes de la llegada del explorador holandés Willem Barents en 1596. Ahora es más bien todo lo contrario.
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