Como la afición es soberana, se tiende a inferir que siempre está en posesión de la razón, aunque se trata de dos conceptos diferentes. Digamos que la grada tiene derecho a quejarse, premiar o exigir a directivos, técnicos y jugadores cuando lo considere oportuno, si bien todo es opinable y debatible.
Por ejemplo, los que nos dedicamos a interpretar lo que ocurre dentro y fuera de los terrenos de juego para contarlo a nuestros lectores podemos discrepar. Como de nuestros iguales. Esperar que un Betis espeso, inconexo, frustrado e intermitente se convierta de la noche a la mañana en el Milan de Sacchi o el Barça de Guardiola es respetable, pero ajeno a la lógica y la realidad.
Objetivamente, los heliopolitanos han dado un paso al frente. Ayer, derrocharon concentración, compromiso y fe. Creyeron en que era el día de romper la mala racha y, con las lagunas defensivas de siempre, recuperaron la solvencia del arranque.
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