Dicen que la prostitución inauguró el capítulo de la historia dedicado a las profesiones, si bien resulta bastante probable que, antes de que los hombres saciaran sus instintos más primitivos fuera de ‘casa’, buscaran satisfacerlos alimentando sus ansias de poder. Porque la ambición supera a todos.
La avaricia, la vanagloria y la soberbia, hablando en términos de pecados capitales, prevalecen a la lujuria o a cualquier otro vicio, tanto en cuanto los beneficios que aquéllos reportan son mayores, permitiendo, además, ocuparse del resto de necesidades, por muy básicas que sean.
Es por ello que no extraña que los hombres sean capaces de cualquier cosa para conseguir autoridad, preponderancia, dinero en definitiva, alcanzado éste por la vía directa o la indirecta. Porque no hay que robar para enriquecerse ostentando un cargo importante. La repercusión que se deriva de verte en determinado sillón (y que te vean en él) reporta pingües beneficios, porque también es del Cretácico Superior lo de vincularse a algo o a alguien pujante para contagiarte por mera simpatía.
Los clubes de fútbol constituyen un caldo de cultivo inigualable para estos profesionales más antiguos del mundo. Los sevillanos, también. Aquí no hay colores, porque el trono resplandece tanto que cualquier dificultad del camino parece nimia.
Óscar Murillo
