El
Betis fue mejor que el
Alavés en términos globales, aunque tampoco es injusto reseñar que, tras un partido menos brillante de lo habitual, la inercia impulso a un equipo que, pese al sonoro traspié de la semana anterior contra el
Valencia (3-6), tiene la fe por las nubes. Confía
Setién en su plantilla, en la profundidad de ésta y en el extraordinario momento por el que atraviesan varios de sus hombres determinantes, pero también hay una confianza recíproca de sus hombres en un estilo que, con perseverancia, dará más alegrías que penas.
Un ultraconservador
Alavés tuvo media hora de superioridad al inicio de la reanudación, con sólo 1-0 en el marcador y todo por decidir aún en el
Villamarín, pero la sensación generalizada era que el triunfo no se escaparía a los anfitriones, que esperan siempre esa puntilla al contragolpe cuando se dejan dominar un poco, como ocurrió ante el
Deportivo.
El gol tempranero otorgó más réditos si cabe a la apuesta innegociable por la elaboración pausada, la asociación entre líneas, la generación de espacios en el 1-5-4-1 de
De Biasi mediante la creación de superioridades forzadas en varias zonas del campo.
Además, cuando la fluidez se tomaba un respiro y los vitorianos combinaban mejor a la espalda de un extenuado
Javi García, estaba
Adán, al que siempre se espera determinante, imperturbable. Su defensa sabe que está ahí. Y él no decepcionó tampoco este sábado, alargando el crédito de una victoria por la mínima que (he ahí la trascendencia de la citada fortaleza mental del equipo) no iba a peligrar ni a transformarse en incertidumbre.