El francés
Gael Monfils, contra todo pronóstico, venció hoy en tres sets al suizo
Roger Federer, 6-1, 6-4 y 6-3, e igualó así la final de la
Copa Davis, después de que
Stanislas Wawrinka diera a los helvéticos el primer punto tras derrotar a
Jo-
Wilfried Tsonga, 6-1, 3-6, 6-3 y 6-2.
Duda hasta el último momento por los problemas de espalda que le impidieron el pasado domingo disputar la final del
Masters de
Londres,
Federer apenas pudo atacar a un descarado
Monfils, apoyado en un potente servicio y que encandiló a las más de 27.000 personas que abarrotaron el estadio
Pierre Mauroy de
Lille, nuevo récord para un partido de tenis.
Fue el francés el que puso todo en la pista, los golpes ganadores y los fallos, ante un indolente suizo, desconocido, apático, a la defensiva, incapaz de marcar el tempo del duelo, que tuvo un dominador claro. La final queda equilibrada, a la espera del doble que mañana entre los franceses
Julian Benneteau y
Richard Gasquet, claramente favoritos contra los helvéticos
Marco Chiudinelli y
Michael Lammer. Y la traca final del domingo con el duelo entre los dos números uno (
Federer y
Tsonga) y los segundos espadas (
Monfils y
Wawrinka).
La derrota de
Federer, además de dar alas a los franceses, ensombrece las opciones de
Suiza, que seguirá pendiente del estado físico de su campeón, en cuya raqueta reposan buena parte de sus opciones de levantar la primera ensaladera en su segunda final. Todo lo contrario que
Francia, que había comenzado mal, y que acabó el viernes con la moral por las nubes para intentar asaltar su décima ensaladera, la primera desde 2001, y romper la racha de dos finales consecutivas perdidas, la de 2002 frente a
Rusia y la de 2010 contra
Serbia.
Monfils, número 19 del mundo, no se fió de la jerarquía del ránking ante la segunda mejor raqueta del circuito, al que no había vencido más que dos veces en diez duelos, pero nunca sobre tierra batida, nunca en partidos a cinco sets. Tenía la complicada misión de mantener viva la llama de
Francia, casi en un cara o cruz, a vida o muerte. Su proverbial descaro, su heterodoxia desordenada fue la mejor receta para acabar con el académico
Federer, que persigue levantar su primera ensaladera, uno de los pocos trofeos que faltan en su impecable palmarés.
Nada salió en el lado del suizo, que apenas entrenó dos días en la tierra batida tras la lesión del pasado sábado y que demostró que todavía no está en la plenitud de sus facultades físicas. Cedió su servicio una vez en las dos primeras mangas y apenas dispuso de ocasiones de recuperarlo (dos en el quinto juego del primer set). En la tercera lo cedió dos veces.
Monfils ganó el primer set a base de puntos directos de saque (nueve) y en el servicio apoyó también su juego en las otras dos, a medida que la intensidad de
Federer se iba apagando.
La victoria de
Monfils, número dos francés, dio vida a una
Francia deprimida unos minutos antes por la derrota de su número uno ante el segundo mejor suizo. El escenario era desolador después de que
Tsonga se inclinara frente a
Wawrinka. El suizo demostró que está en un gran momento y mantuvo el elevado nivel de juego que mostró el pasado sábado en las semifinales del
Masters de Londres ante
Federer.
Allí puso contra las cuerdas a su líder, que tuvo que remontar cuatro bolas de partido para clasificarse para una final que, a la postre, no pudo disputar por los problemas de espalda.
Wawrinka saltó con la misma determinación en
Lille frente a
Tsonga y desdibujó al francés, que cedió sin resistencia la primera manga. En la segunda, el galo elevó su nivel, empezó a meter sus primeros servicios y la contienda se igualó.
Pero la diferencia de nivel entre el 4 del mundo y el 12 reapareció a medida que avanzaban los minutos.
Wawrinka peleó la tercera manga, que se adjudicó tras romper el saque de su rival en el sexto juego. Y en la definitiva ya todo fue más fácil para que el helvético conquistara el primer punto de
Suiza y dejara la final en manos de un
Federer que, mermado, no aprovechó la ocasión de dejarla sentenciada.