Decía
Unai Emery, tras el empate cosechado ante el Levante en el Ciudad de Valencia, que hay futbolistas en el vestuario sevillista que tienen que dar "un paso adelante" para que así, más pronto que tarde, "se vayan incorporando las cualidades individuales" a un grupo que necesita "que otros futbolistas se vayan agregando a marcar las diferencias en momentos puntuales". Autocrítica sobre una plantilla que este verano, una vez más, se ha visto remozada con diez caras nuevas, llamadas muchas de ellas a caer de pie en el once titular o formar parte de ese grupo de 16-18 jugadores en los que
Emery acostumbra a sustentar sus equipos, a pesar de que todo el grupo entre en el juego de las rotaciones. "Algunos tienen que dar ese paso. Estamos trabajando para encontrarlo cuanto antes.
La adaptación es buena pero a nivel de rendimiento todavía falta un paso más", puntualizaba el vasco sin dar nombres, pero refiriéndose claramente a refuerzos como Fernando Llorente, Ciro Immobile, Yevhen Konoplyanka, Steven N´Zonzi o Gaël Kakuta, quienes han aterrizado en Nervión para subir el nivel competitivo del equipo y no para potenciar el fondo de armario, como sería el caso de otros hombres: Andreolli, Krohn-Dehli, Mariano o Sergio Escudero, de los que Emery también exige una mayor entrega, aunque a sabiendas de que han arribado con un cartel menos protagónico.
Y especialmente destacados son los ejemplos de hombres como Konoplyanka, a quien la barrera idiomática y la intensidad de Liga le está pasando factura en este inicio, Immobile, quien llegó como sustituto de Bacca; Kakuta, a quien
Emery ya recriminó públicamente tras su numerito ante el Levante, o Llorente, quien cuenta con la presión añadida de ser la guinda del faraónico proyecto elaborado para la Champions.
N´Zonzi parece haber divisado ya el faro, que todos sigan su senda.