Las Palmas 2-0 Sevilla: La estrecha línea entre la genialidad y la demencia

Entre la genialidad y la demencia; esa es la estrecha línea en la que ayer se movió Unai Emery, sin acierto y topándose con la crueldad del fútbol, que le deparó una nueva derrota y le colocó en el centro de todas las miradas tras darle una excesiva vuelta de rosca al plantel en el Estadio de Gran Canaria.

Sorprendente fue el once elegido por Unai Emery en Las Palmas, donde el de Hondarribia se decantó por un 4-2-2-2 que en el centro del campo se movió a caballo entre el cuadrado mágico y el rombo. Motivado por las lesiones y por el nefasto estado del terreno de juego, el vasco optó por acumular futbolistas en el centro del campo y por el pelotazo arriba, para que Llorente y, en menor medida, Immobile bajaran la pelota y pusieran la pólvora ante Las Palmas. Un arriesgado estilo que alteró los habituales cimientos del Sevilla de Emery y que propició un equipo desvencijado que permutó desde la aparente genialidad que ideaba Emery hasta la excentricidad que se acabó viviendo sobre el césped, con Cristóforo intentando entrar por la banda izquierda mientras que hombres de banda como Reyes y Vitolo esperaban su oportunidad en el banquillo.

Y así llegó el gol del conjunto canario a la media hora de partido, por medio de Roque Mesa. Un tanto que acabó por desdibujar a un Sevilla con pies de barro que se desangraba atrás con un Trémoulinas estéril y que vivió hasta ese momento de las embestidas de un Ciro Immobile que tenía más ganas que puntería, moviéndose sin fortuna como un funambulista en el alambre del fuera de juego. Coke, por banda, eso que precisamente desperdició Emery, fue quien protagonizó la ocasión de mayor peligro para los sevillistas durante el primer periodo; una prueba más de que la solución presentada por el vasco hizo aguas desde el primer momento.

Tras el paso por vestuarios, el vasco tiró de banquillo, dándole entrada a Gameiro, por Immobile; Reyes, por Cristóforo, y Vitolo, por Llorente, devolviéndole al Sevilla una imagen más propia que, sin embargo, no sirvió para nada, pues lo de Paco Herrera aprovecharon para ampliar distancias por medio de Alcaraz, que cabeceó a quemarropa un centro medido de Araujo. Con todo ello, siguió siendo Coke el único integrante del plantel sevillista que demostró estar enchufado, poniendo el corazón sobre el césped y evidenciando esa garra que tiempo atrás era propia de todo el vestuario.

Sin tiempo ni apariencias de poder remontar, los de Nervión se lanzaron tímidamente al ataque intentando hacer circular el balón y entrando por banda; es decir, haciendo todo aquello de lo que por decisión técnica se había huido durante la primera mitad y gran parte de la segunda, como si por arte de magia el césped del Estadio Gran Canaria hubiera mejorado repentinamente su estado y ahora sí se pudiera practicar ese fútbol que se tiró por tierra durante casi una hora de partido. Una derrota más -ya van tres- y un duro palo para Emery, que queda tanto o más tocado que un Sevilla colista.