Nada por aquí, nada por allá...

La calidad decide los partidos igualados y el Sevilla invirtió varias decenas de millones el pasado verano sólo en fichar talento. Quizá por ello tenga hoy día más puntos (14 de 21) que juego. En favor de Sampaoli, no obstante, hay que decir que es su primera experiencia en Europa -donde los rivales aprovechan cualquier debilidad-, que se ha hecho cargo de una plantilla totalmente renovada o que en nivel de la Liga, en general, ha aumentado mucho en esta 16/17. Ayer, de hecho, se enfrentó a un recién ascendido que había logrado sacar un punto del Calderón y los tres del Camp Nou. En Nervión tampoco lo puso nada fácil, con una primera línea de cinco defensas y otra por delante con tres mediocentros fuertes, un equipo que domina las basculaciones y el espacio aéreo, capaz además de salir con peligro a la contra. Édgar, de hecho, le dio un par de buenos sustos en una primera parte en que el Sevilla tuvo mucho balón (73,2%) y un gran porcentajes de pases acertados (90%), sin ser capaz más que de disparar entre los tres palos dos veces. El Alavés se vende caro. Era un muro y los nervionenses iban a necesitar magia para traspasarlo.

Por suerte, en el banco esperaba un mago. Hasta hora, había sido incapaz de sacar nada de su chistera, pero los ilusionistas siempre tienen la capacidad de sorprender. Ganso se inventó de la nada un taconazo que, de haberlo hecho un jugador del Madrid, hoy abriría todos los telediarios. Lo más difícil estaba hecho. Sólo quedaba gestionar el balón, tocar y tocar. El problema es que el único en el plantel capaz de hacerlo, Nasri, se había ido lesionado. El Sevilla desapareció y el Alavés empató, cerca del 90’. Lo que nadie pensaba es que aún quedaba tiempo para el truco final: el segundo taconazo, el de Ben Yedder, tras otra inagotable carrera de Vitolo.