Parecía que ni
Las Palmas ni
Betis querían ganar
el partido, plantándose ambos sobre el césped del
Estadio de Gran Canaria con las líneas adelantadas y un fútbol contemplativo sin presión ninguna en torno al centro del campo. Un Betis que, como viene siendo habitual con
Quique Setién en el banquillo, se dibujó sobre el 1-4-1-4-1, con
Tello por banda y con
Boudebouz en el banquillo, a pesar de que el ritmo del mismo invitara a pensar, quizá, que era propicio para el internacional argelino.
Un
Betis que volvió a caer en los mismos errores de antaño y que para nada parecía arribar a
Gran Canaria tras cinco partidos consecutivos sin conocer la victoria (dos empates y tres derrotas, entre
Liga y
Copa). De hecho, sin haber generado ninguna ocasión, los amarillos acumularon tres ocasiones en los primeros 15 minutos de partido gracias a las concesiones verdiblancas; especialmente de
Adán: un balón a
Remy y un libre indirecto por cesión.
Una pared entre
Tana y
Calleri en el 19' fue suficiente para hacer un agujero en la retaguardia heliopolitana, que no supo tirar la línea y que posibilitó que los insulares se adelantaran en el marcador. Con ello, se pasó de la contemplación al esperpento, dejando los de
Setién tocar la pelota a
Las Palmas, que ganaba en el marcador y que veía cómo su rival no presionaba ni iba a por el balón. ¿Insólito, verdad?
Tras una mediocre primera mitad en la que el
Betis no compitió, el nivel de
Las Palmas permitió al
Betis seguir vivo. Con el partido más roto, la entrada de
Boudebouz sirvió de poco, jugando
Amat de pivote ante la lesión de
Javi García. Ayer, quizá, faltaron "huevos" y sobró "esencia".