Aunque la lógica del fútbol demuestra que un entrenador repite las más de las veces un once que viene de ganar la jornada anterior,
Gustavo Poyet no volverá a jugársela sin
Rubén Castro. El canario, al menos según lo ensayado a puerta cerrada esta semana, sería la gran novedad esta tarde ante el
Espanyol, como lo fue su suplencia 95 partidos ligueros después en El Sadar.
Decía el míster charrúa en su oportuna intervención en los medios oficiales tras la digestión del 1-2 en Pamplona que la reintegración en la alineación del grancanario era un tema que le preocupaba y ocupaba. Tenía que encontrarle sitio, transigiendo con alejarlo de la banda izquierda. "Ojalá sea ya ante el Espanyol", reflexionaba un Poyet consciente de que el máximo goleador de la historia del Betis de nuevo en el banco podría ser este domingo una bomba de relojería para su maltrecha relación con la grada del
Villamarín.
La
solución, salvo sorpresa, estará en un
1-4-4-2 con ciertas peculiarides, pues el entrenador heliopolitano desea que
Joaquín continúe por dentro para que no se desgaste en demasía y, con frescura de piernas, oxigene el último pase del equipo. El portuense sería el vértice superior de un rombo en la medular, con
Petros en el opuesto y dos interiores, que saldrían de la terna
Felipe Gutiérrez-Jonas Martin-Cejudo. Arriba,
Sanabria con
Rubén, quien relegaría previsiblemente al francés o al pontanés. Único cambio respecto a tierras navarras, pues también seguirán
Adán, el cuestionado
Piccini, Mandi, Pezzella y Álex Martínez.Por parte visitante,
Quique Sánchez Flores no forzará a Óscar Duarte, mientras que, tras darle continuidad en la Supercopa de Cataluña, volverá a sentar a Demichelis, pues parece confiar más atrás en los reconvertidos Víctor Sánchez y David López. Otro que pudo ser bético,
Hernán Pérez, sí llega a tiempo.