La coartada de la pretemporada funciona en todos los clubes. Málaga o Real Madrid, por ejemplo, esgrimen que todavía es pronto para pedir resultados, ya que la baja forma física, las rotaciones para repartir cargas de trabajo y la necesidad de que los recién llegados se integren priman a estas alturas de verano. En el Betis, para más inri, hay un entrenador y un estilo nuevos, totalmente distinto este último al de su predecesor, amén de que las siete incorporaciones llegan con la vitola de titularidad que se conferirá a las cuatro o cinco que faltan por aterrizar. Hasta ahí, todo correcto.
No obstante, el rendimiento verdiblanco dista mucho del esperado después de siete amistosos, muchos de ellos ante conjuntos de inferior categoría. Un único triunfo y muchísimas más luces que sombras ha deparado el cuadro heliopolitano, que se marcha mañana a Alemania para afrontar un 'stage' que, encuentros aparte frente a Eintracht de Frankfurt yStuttgart, debe servir de punto de inflexión en muchos sentidos.
Y es que Setién y los suyos han de dar paso a la exigencia, hacerla autoexigencia, porque las altas expectativas generadas por un arranque de planificación inesperadamente ilusionante no se están viendo correspondidas. Apenas se atisba fluidez en el juego, más allá de la que aportan los jugadores de un filial más acostumbrados al 'tiki-taka', por lo que, si bien quedan tres semanas, es hora de subir algún peldaño.
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