Los dos últimos entrenadores de Betis y Sevilla, como suele ocurrir últimamente en el mundillo, llegaron a la capital hispalense con una propuesta de juego muy definida que, incluso, se materializaba en un sistema concreto.
Así, Quique Setién defendió a muerte su 1-4-1-4-1, evolución del 1-4-2-3-1 con el que triunfó en el Lugo, aunque, en la segunda vuelta, aceptó pasar a un 1-3-4-2-1 con el que logró frenar la sangría de goles en contra sin perder su identidad, su esencia: la de acaparar la posesión, elaborar la jugada desde el portero, romper líneas con el balón y asociarse hasta encontrar los espacios en el rival.
Por su parte, Pablo Machín tenía mucha fe en el 1-3-4-2-1 que perfeccionó en Girona, pero se ha rendido a la evidencia con Ben Yedder y apostado por la doble punta, como en sus inicios en Montilivi, sin perder el sello.
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