Aunque el 4-0 y la tranquilidad con la que jugó el Betis a partir del segundo gol hagan olvidar lo sufrido anteriormente y el nerviosismo que reinó en la grada del Benito Villamarín -que aún recordaba al Cádiz-, y ahora no se le dé mérito a un triunfo que se da por supuesto, hay que valorar la dificultad de estos partidos, en los que equipos de un nivel teóricamente inferior y sin nada que perder te salen sin complejos a eliminarte.
El Betis pasó porque es superior, porque sus jugadores tienen más calidad y porque eso les hace definir mejor las ocasiones de que disponen, pero también porque se tomó el partido como si fuera otro cualquiera de Primera o de Europa League, con una seriedad que le honra.
Eso eleva al rival, que plantó cara y demostró que está para jugar en Segunda, pero también a un equipo verdiblanco que va a más conforme avanza la temporada. Había que ganar, pero la imagen también cuenta. Y fue muy buena.