El asunto es tremendamente delicado y complejo, porque se trabaja sobre un tablero lleno de incógnitas y con el desconocimiento de cuánto tiempo se prolongará esta
grave crisis y de cuáles
serán sus consecuencias globales.
Ahora mismo,
tomar una decisión sobre el
devenir de las competiciones conlleva hacerlo sin todas las variables sobre la mesa, por lo que siempre debe primar un factor por encima del resto, el de la
responsabilidad con la sociedad.
No puede caber duda de que el primer puesto en la escala de prioridades lo ocupa la
salud de las personas, por encima de intereses económicos, por los que, por supuesto, también hay que mirar, aunque siempre en segundo lugar.
En esta
batalla contra el coronavirus, el fútbol tiene que saber cuál es su sitio y, tal y como está haciendo hasta ahora, dar ejemplo.