Llámenla UEFA o Europa League. Bajo una u otra denominación, nombrar dicha competición son palabras mayores en Nervión.
Es su trofeo. Así lo siente un sevillismo que con sólo cerrar los ojos recuerda con perfecta nitidez desde el
gol de Puerta al Schalke al
penalti de Gameiro en Turín, pasando por el tanto de
Palop en Ucrania o el cabezazo de
M'Bia que silenció Mestalla. Momentos inolvidables que han permitido a este Sevilla tocar la gloria y clavar su bandera entre los más grandes del Viejo Continente.
Por todo ello, este jueves, ante el
Zenit, el Pizjuán tiene que enfundarse de nuevo sus mejores galas, las de las
grandes noches, las de las citas épicas. Pero ir a por todas ante los rusos no significa centrar todos los esfuerzos en su torneo predilecto, como sí sucedió el pasado curso. Entonces, con sólo cuatro jornadas por delante, Emery, pensando en la vuelta de semifinales ante el Valencia, tiró de
rotaciones y prescindió de Rakitic, M'Bia, Reyes o Vitolo para visitar a un Athletic, cuarto clasificado, que se encontraba a sólo tres puntos de distancia.
El resultado fue una clara derrota que dejó a los sevillistas virtualmente sin
Champions, lo que les permitió centrarse, como pretendían, en la
Europa League. Ahora, conociendo el final de la historia, muchos darán por bueno que su equipo poco menos que tirase aquel encuentro en la Catedral. Pero una cosa no garantizaba la otra, como tampoco lo hace ahora.
La
Liga de Campeones ha dejado de ser una ilusión para ser un objetivo real. "No vamos a renunciar a ella", ha declarado Emery. Pero yo añadiría que
no hay que renunciar a nada. Unai tiene a casi toda su plantilla enchufada y sólo queda un mes y medio de competición. Hay que echar el resto. No hay que elegir.