Es cuestión de tiempo. Ya le duele la boca de decirlo aunque siempre añade la coletilla de que nunca saldría de mala manera del
Sevilla. Está en una encrucijada. Quiere poner tierra de por medio, dejar de ser
Monchi para ser
Ramón. Y está en todo su derecho moral, aunque no contractual.
Es cuestión de tiempo y todo sevillista lo sabe en su fuero interno. Si hubiera sido cualquier otro, habría salido el pasado mes de agosto, a la fuerza, como fuera, pero no
Monchi. Él quería salir bien, se equivocó en el momento y las formas, claro está, pero esa idea sigue rondándole la cabeza, y es cuestión de tiempo.
Ahora la pregunta es:
¿Qué prima en la balanza después de casi 30 años en el club? ¿Lo personal o lo profesional? ¿Habría que dejar salir a Monchi para que alcance su merecido descanso o hay que obligarle a cumplir su contrato? Si por mi fuera, soy partidario de lo primero. No se puede tener a un empleado desmotivado, por mucho que él diga que trabaja con más ambición que nunca, en su puesto de trabajo.
El Sevilla debería sentarse con él, si no lo ha hecho ya, y buscar un acuerdo. Ahora hay tiempo, tiene toda una temporada por delante tanto el club como
Monchi para preparar una salida pactada. Y quién mejor que él para buscar a su sustituto. El
Sevilla debe reconocer y despedir con todos los honores al de San Fernando, rodeado de sus copas, de su gente.
Monchi se irá, pero dejará toda una estructura de trabajo, un equipo profesional en el que, como él mismo ha dicho en varias ocasiones, él es el último filtro de todos los jugadores que se estudian. Lo idóneo sería que se tomara un año sabático y luego volver a hablar, como esos amores que se dan un tiempo, pero la mayoría de esos amores rompen para siempre. Todos los sevillistas firmarían ese año. Pero en la vida, como en el fútbol, hay ciclos, y el de
Monchi en el
Sevilla toca a su fin. Adiós y buena suerte.