Con el
Betis y la
Real sobre el césped, aunque el conjunto donostiarra no estuviera pasando su mejor momento, se esperaba una propuesta vistosa, de dos equipos a los que les gusta salir con la pelota jugada, en los que prima su capacidad ofensiva y en los que su fragilidad defensiva viene siendo una constante durante la temporada. Pero, lo cierto es que el choque entre béticos y realistas de anoche nada tuvo que ver con eso.
Setién dio un nuevo giro táctico. Dio descanso a
Joaquín y
Loren y apostó por un 3-4-3 con
Francis y
Durmisi en los carriles y
Javi García y
Fabián en el doble pivote, a la postre, un dibujo que dotó de solidez al equipo, pero le restó atractivo. Arriba,
Tello,
Boudebouz y
Sergio León se movían con libertad pero sin profundidad. Relajó su presión en la salida de balón del rival hasta el punto que la
Real terminó con un 58% de la posesión, y se mostró más impreciso en el pase que de costumbre.
Lo que ganó en fortaleza atrás, lo perdió en creación.
Adán tuvo que recurrir al patadón en más de una ocasión y, qué casualidad, de ellos surgieron las dos mejores ocasiones verdiblancas en la primera mitad, sobre todo la segunda, que acabó en una mano prodigiosa de
Moyà a un remate de
Tello. Fue el de
Sabadell el que generó más peligro, principalmente tras el paso por el vestuario, cuando el partido ganó en ritmo, pero mantuvo el nivel de imprecisión.
Buscó
Setién más velocidad y mayor profundidad con
Joaquín por dentro y
Rubén Castro por un
Sergio León muy peleón pero lejos del área, pero el equipo terminó perdiendo el control y sufriendo para sumar un punto.