Se enfrentan esta noche en el Sánchez-Pizjuán las dos principales instituciones de la ciudad, con la lucha por Europa como telón de fondo y una tradición centenaria de rivalidad y pasión. Lo harán en puertas de la Semana Grande de Sevilla, un aliciente añadido a este pulso antagónico que lo es, además, de estilos, más allá de los sistemas (1-4-4-2, asimétrico a veces, en los locales; 1-3-4-2-1, en los visitantes).
Porque, especialmente con Joaquín Caparrós en el banquillo nervionense, las diferencias en el ideario se han acentuado, dada la predilección del utrerano por el fútbol físico, por imponer una intensidad que coarte de tal forma al contrario que permita imponerse a los que marcan diferencias en blanquirrojo. Ben Yedder, Sarabia, Banega y compañía pueden, por sí solos, decantar la balanza, si bien el míster de los anfitriones aboga por que el resto, los gregarios, sean capaces de generar un contexto ideal para que el brillo prime a la postre. No es muy diferente el objetivo al de Quique Setién, si bien los caminos para encontrarlo si varían sensiblemente.
Busca el Betis solapar al oponente por medio de la posesión, un arma de doble filo que le ha costado dejarse muchos puntos por el camino, ya que el fútbol también es para listos. Listos efectivos, claro está. Se le pedía a este equipo protagónico y sobón que fuese, además, vertical y directo cuando las circunstancias lo exigiesen. Parte de esa idónea posología entre balón y transiciones se vio contra el Villarreal, que desean en Heliópolis que se convierta en el deseado punto de inflexión en la trayectoria de una escuadra aferrada a sus opciones de volver a sellar el pasaporte. Para ello, deberá alternar sus acometidas por fuera con una mejor selección de pases interiores.