BICICLETA MONTAÑA

C. Galicia: ?Si me hubieran dejado dibujar mi despedida, habría sido así?

C. Galicia: ?Si me hubieran dejado dibujar mi despedida, habría sido así?
C. Galicia: ?Si me hubieran dejado dibujar mi despedida, habría sido así?
Estadio DeportivoEstadio Deportivo 10 min lectura

Barcelona, 14 nov (EFE).- ?Si me hubieran dejado dibujar mi despedida, habría sido así. No cambiaría nada. He cerrado el círculo?, suspira, feliz en una entrevista con EFE, la polifacética e incansable deportista catalana Clàudia Galicia (Torelló, Barcelona, 1984), que hace una semana, en Almería se coronó campeona por tercera vez de la Titan Desert, la prestigiosa y dura carrera de mountain bike en la que inició su andadura hacia la élite hace siete años, en 2013.

Con este título, el último de un currículum inacabable, Galicia pone fin a una sobresaliente carrera tanto en el mundo de la BTT como en el del esquí de montaña; en el que, al igual que sobre las dos ruedas, ha sido una de las principales dominadoras del panorama nacional los últimos años y, además, ganó la Copa del Mundo del 2019, justo antes de colgar los esquís, además de varias medallas en el Campeonato del Mundo.

Han pasado ya unos días, pero las emociones siguen a flor de piel. "Las sensaciones de estos días son extraordinarias. Ha sido un adiós muy dulce, precioso. No habría podido imaginar un final mejor que éste. Están siendo unos días muy intensos, muy emocionantes".

P.: ¿Qué sintió al cruzar la meta?

R.: Fue un instante mágico. Llegué llorando de emoción a la meta. Primero me tiré el suelo y después me dijeron que levantara la bici. En ese instante, brutal, ni siquiera me pesó. En ese momento no pesa nada. Sentí muchas cosas, muchísimas, un cúmulo de emociones, de sensaciones, de sentimientos, y a la vez nada. Te pasan tantas cosas por la cabeza, tantos esfuerzos, tantas renuncias, tantos momentos buenos y tantos momentos malos, que no sabes ni qué hacer ni qué decir sentí, en definitiva, una felicidad completa.

Fue una victoria inapelable, con 46 y 56 minutos de renda sobre Sílvia Roura y Ramona Gabriel. Llegaba en un buen momento de forma, muy preparada y con mucha confianza, con mucha seguridad en mí misma. Ellas dos me daban un poco de miedo, pero sabía que era la última bala que tenía, que tenía que acertar, y fui muy, muy, regular.

Iba sola, sin equipo que pudiera ayudarme, pero las sensaciones eran muy buenas, y a medida que vas ganando etapas y margen en la general todo esto se retroalimenta y vas ganando aún más confianza, más seguridad. Tenía ventaja en la general, pero no quise dejar escapar ni una sola etapa. Me decían que no me la jugara, que fuera con ellas, pero a mí nunca me ha gustado reservar fuerzas. A mí me gusta ir a tope, del primer al último día.

P: ¿Dónde pondrá este último trofeo?

R.: Lo pondré junto al resto, en una zona escondida del garaje de mis padres. La verdad es que no me gusta ver los trofeos. No me ha gustado nunca. No tengo ningún trofeo en mi casa. Porque los trofeos y las medallas en el fondo son metal, resultados. Igual cuando tenga hijos o nietos me sabrá mal, me arrepentiré, porque me hubiera gustado enseñárselos, pero por el camino he perdido muchísimas medallas y copas, y ahora mismo no me importa porque los recuerdos no son estos.

He tenido grandes resultados en mi carrera, pero lo que me guardo son las experiencias. Las fotos, que las tengo guardadísimas en discos duros. Cuando estoy en casa no me gusta hablar de deporte ni de las carreras, quizás solo cuando he estado mal. No me sentiría cómoda viendo cada día todo lo que he ganado, como muchos deportistas que tienen las paredes llenas de copas. No me gustaría. Es como cuando voy ahora voy a sitios y la gente me reconoce, me habla, me felicita. Lo agradezco mucho, muchísimo, pero no me gusta. No me siento cómoda. Cuando bajo de la bici ya he ganado, ya está, y no quiero saber nada más hasta la siguiente carrera.

P.: ¿Es difícil pensar que, al menos como profesional, ya no habrá siguiente carrera? ¿Da miedo?

R.: No. Para nada. No ha sido una decisión fácil, pero sí muy meditada, sincera. Honesta. Hubiera podido alargarlo un tiempo más, vivir del cuento, pero soy una persona muy activa y exigente consigo misma y no me hubiera sentido bien. Para sentirme bien necesito dar el 100% de mí, y ahora mi cuerpo me pide otras cosas. Me siento muy segura de la decisión, sin ningún miedo. De hecho, veo gente que habla de la pretemporada, de carreras en enero, y no me llama nada la atención. He cambiado de chip, y tengo proyectos a nivel laboral que me enriquecen mucho, hasta el punto de que ahora me faltan horas al final del día y de que aún no he podido volver a subirme a la bici, y que ahora mismo me ilusionan mucho más que hacer una carrera.

P.: En ningún momento ha dejado su profesión como arquitecta técnica...

R.: En algún momento quizás me ha restado, y ha sido un hándicap, pero si lo pongo todo en la balanza creo que siempre me ha sumado. Son dos mundos, el de la arquitectura técnica y el del deporte, que han estado muy unidos en mi vida en los últimos años. Han convivido.

Ser arquitecta técnica, gestionar obras, me hace sentir realizada. En el deporte nunca he tenido esta sensación, porque nunca me lo ha acabado de tomar como un trabajo, aunque lo haya sido, y me ha dado muchas otras cosas. Me ha dado Valores que no me hubiera podido dar ningún otro mundo. Me ha hecho más valiente, más compañera. Me ha hecho madurar, y me ha hecho mejor persona.

Era una vía de escape, pero cada día me costaba más ir a entrenar. Me gustaba más ir a la obra. En los últimos tiempos, de hecho, me he dado cuenta de que a mí no me gusta entrenar. Lo que me gusta es competir. Y me gusta tanto, y soy tan competitiva, que es un peaje que, como tantos otros, he estado dispuesta a pagar encantada. Hasta ahora. Porque ahora siento la necesidad absoluta de centrarme más intensamente en mi vida personal y laboral y de disfrutar la montaña de otra forma, sin tener que hablar cada día con el entrenador para saber si lo he hecho bien o no, sin ninguna obligación.

Lo que en su día fue un hándicap, compaginar el deporte con el trabajo, ahora es un punto a favor porque, en un momento en el que algunos no saben hacia dónde caminar, yo ya tenía preparada otra vía, un futuro, asegurado, ya encarrilado. Porque no tenía todos los huevos en la misma cesta, como se dice, y saber esto siempre me ha ayudado mucho en el aspecto mental.

P.: ¿Qué ve si mira hacia atrás?

R.: Solo veo cosas buenas. Ha habido momentos oscuros, porque han sido siete años muy intensos en todos los sentidos, porque el mundo del deporte de élite es muy duro, durísimo, y más compaginando dos disciplinas tan diferentes y doblando una temporada tras otra, pero estoy muy contenta, muy orgullosa, de cómo he luchado. De todo lo que he hecho. He disfrutado muchísimo. Y siento muchísima satisfacción, orgullo, felicidad y agradecimiento.

Podrás hacer cosas mejor y cosas peor, pero lo importante es darlo todo, no quedar a deber ningún esfuerzo. Lo dejo sintiéndome en paz conmigo misma. Todavía es todo muy reciente, pero pienso que ha sido un adiós perfecto. Inmejorable.

P.: Debe ser, también, un orgullo haber abierto el camino a muchas mujeres y niñas que ahora sueñan con ser Clàudia Galicia, que ven que una mujer también puede estar ahí...

R.: Me da vergüenza cuando me dicen que soy el ídolo o el referente de alguien. No quiero serlo, porque creo que, como todos, tengo cosas a mejorar. Pero estoy contenta, encantada, orgullosa, si he podido ayudar a derribar esa puerta y demostrar a muchas mujeres que con ganas, trabajo e ilusión nosotras también podemos estar ahí, y que una mujer también puede vivir de deportes minoritarios y tan masculinos como estos dos.

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