Sólo a
Setién debió sorprender este domingo el planteamiento del
Athletic, pues el míster cántabro
no reaccionó durante la primera hora de partido a una táctica tan clásica como eficaz:
presión escalonada en campo contrario, con un central descolgándose para atosigar a Loren y
los mediocentros turnándose para apagar a Canales, Lo Celso y William.
Los únicos con permiso para recibir eran los
carrileros, tapados rápidamente por su par o sus pares, pues
Gaizka Garitano, que ganó la
batalla táctica de largo, acabó doblando ambos laterales para
desconectar a un
Betis que apenas sacó la cabeza cuando el
cansancio hizo mella en su anfitrión.
Unos
pocos latigazos de sus hombres más talentosos y la
irrupción de Lainez, que perdió una decena de balones pero siguió pidiéndolos con personalidad, compensaron un
dominio rojiblanco no en posesión, pero sí en lo que verdaderamente suma en
San Mamés: intensidad, ritmo, concentración, agresividad.
El
1-0 llegó enseguida, aunque no así la sentencia. Y no por falta de
insistencia (de los vizcaínos en sus acometidas y de los verdiblancos en sus errores en la salida), sino de acierto. Llegó con vida el Betis a los
compases finales, más recompuesto además con Guardado y Tello sobre el campo, lo que liberó y adelantó a Canales y Lo Celso, por un lado, reubicando a Francis, por otro, en un perfil donde puede mejorar sus prestaciones. La
absurda expulsión de De Marcos allanó el camino, pero el Athletic, exhausto, nunca le perdió la cara al partido, articulando un
repliegue tan efectivo como su osadía inaugural.