Al igual que años atrás con Emery en el banquillo, estamos ante un Sevilla que, a medida que la temporada avanza y los jugadores nuevos se adaptan, encara el tramo final de la temporada en un gran estado de forma.
Me considero partidario de esta política de club, pero el hecho de que el
Sevilla tenga que vender futbolistas todos los veranos para equilibrar sus cuentas hace que sus inicios sean algo irregulares, dado que todo necesita un proceso de evolución. ¡Lógico! ¿Dónde está el defecto, entonces? Pues en que, pese al buen ojo de Monchi, que suele acertar en los fichajes, si el club quiere dar un paso importante y dejar de ser favorito a ganar la
Europa League para pasar a jugar no sólo la fase de grupos de la máxima competición continental, necesita que los jugadores importantes sean retenidos, ya que además de la captación debe existir la continuidad del talento para que cualquier club evolucione. Si no, siempre será el candidato a ganar la segunda competición continental (que no es poco, ojo).
La evolución siempre será más fácil desde una base consolidada y que se mantenga a lo largo de las temporadas, porque cambiar todos los años a tus tres o cuatro jugadores capitales hace que depender de la captación de talentos aumente los riesgos. Encontrar el equilibrio entre lo deportivo y lo económico es lo que provoca que ahora estemos viendo un
Sevilla en clara progresión tras otro arranque irregular, principalmente fuera de casa: a medida que pasan las jornadas, el equipo de
Emery va mejorando.
El
Sevilla recibe este fin de semana al colista de Primera, en lo que se presume como otra victoria como local con aparente facilidad, por dos cosas: primero, porque el cuadro local llega en su mejor momento tras dos partidos muy sólidos y ordenados, como fueron el del
Calderón y el de
Anduva; y, segundo, debido a que el rival, aunque tras la llegada de
Rubi suma más puntos que con
Lucas Alcaraz, no acaba de convencer y salir de los puestos de descenso parece que le va a resultar complicado.