El
Sevilla viajaba a
Maribor sabiendo que incluso la derrota le valía, siempre que el
Liverpool no perdiese ante el
Spartak, algo que parecían dar por hecho los nervionenses. Y con esa 'tranquilidad' saltó el conjunto de
Marcucci al
Ljudski, donde para los locales lo único que estaba en juego era el premio monetario. Así, dispuso el técnico interino del
Sevilla un doble pivote con
Pizarro y Banega, con
Krohn-Dehli por delante, buscando la profundidad de
Correa y
Sarabia, amén de
Ben Yedder como referente en ataque. No tardó el
Sevilla en hacerse con la pelota, pero le faltaba velocidad y desborde para superar la férrea defensa.
Su inocuo control se mantuvo incluso tras el gol de un
Maribor solidario y comprometido en labores defensivas que plantó dos líneas de cuatro en su área, un autobús en toda regla, prácticamente inabordable para un
Sevilla demasiado estático y que se encomendaba a la clarividencia de un
Krohn-Dehli al que le costaba encontrar los espacios. Tuvo que ser
Banega el que abandonara el doble pivote y diera un paso al frente para intentar hacer un poco de daño entre líneas.
Sólo la goleada del
Liverpool ante el
Spartak minimizaba los efectos de la derrota en el estadio esloveno, pero la imagen del
Sevilla no dejaba de ser muy pobre.
Tras el paso por los vestuarios, el equipo de
Marcucci le imprimió una marcha más al encuentro. La entrada de
Ganso a la hora de partido, en lugar de
Krohn-Dehli, fue determinante y no sólo por el gol del empate, sino por su capacidad para desatascar un encuentro espeso de principio a fin.