Cuando una pareja se rompe, generalmente siempre hay uno de los dos que respira aliviado y otro que lo pasa peor. Al Madrid se le rompió el amor este verano, pero por partida doble. Su idilio con Zidane, que había conseguido tres Champions consecutivas, se esfumó y, además, su mayor estrella, Cristiano Ronaldo, pidió marcharse a la Juve para emprender nuevos retos.
El Madrid parecía abocado a una profunda crisis que en realidad ha sido el principio de una nueva etapa, un punto de inflexión en el que Lopetegui parece haber encontrado el equilibrio emocional. Este Madrid post-Zidane y post-Ronaldo es mucho más solidario en el esfuerzo, tanto ofensivo como defensivo, quiere ser más protagonista con el balón, presiona más alto y ahoga la salida de balón del rival, proyecta mucho más a sus laterales y, para compensar, cuenta con Casemiro como apagafuegos. Por ese afán protagonista, concede también muchas menos ocasiones, con lo que sufre mucho menos que años anteriores. El 4-3-3 de Lopetegui parece innegociable con Bale, Benzema y Asensio en ataque, aunque la irrupción de Mariano se ofrece como alternativa muy interesante para el exseleccionador. Lopetegui ha dosificado a Modric, que se incorporó tras el Mundial extenuado, y la principal incógnita que sigue sin despejar el entrenador madridista es el titular bajo palos. De momento, Keylor y Courtois se están repartiendo los minutos.