Con sólo cuatro días de entrenamiento, resulta imposible que
Montella haya podido implantar más que algunas
pinceladas del estilo que desea. Pero aunque su
Sevilla mostró dos caras muy diferentes en
Cádiz, con una primera esperanzadora y una segunda muy parecida al pasado reciente con
Berizzo, lo cierto es que el italiano sí ha tocado algunas teclas con acierto para dibujar un equipo más serio e incisivo, ayudado sin duda por la diferencia de calidad entre ambos contendientes.
Se esperaba quizás otra disposición táctica, pero el napolitano apostó en su estreno por un doble pivote compuesto por
Nzonzi y
Pizarro que dejaba a
Banega más cerca del área rival. Con un 1-4-2-3-1, por tanto, los nervionenses, en fase defensiva, presentaban las líneas más juntas y ocupaban mejor los espacios para tapar vías de penetración, desplegándose con velocidad y varios hombres por delante del balón tras recuperar. Una marcha más que se percibía especialmente al pisar línea de tres cuartos, con una banda derecha más abierta, con
Jesús Navas, y una izquierda en la que
Nolito buscaba apoyos por dentro para dejar el carril a
Escudero.
Eléctrico arriba y sobrio atrás, donde apenas concedió, el
Sevilla dominaba y dejaba la eliminatoria encarrilada en el primer tiempo, pero en el segundo se diluyó muy pronto, perdiendo el control que había exhibido hasta entonces para dejar el cuero en manos del
Cádiz. Tocó sufrir. No demasiado por la entidad del rival. Pero que
Sergio Rico fuese el mejor en este periodo lo dice todo. Como es lógico, toca seguir trabajando, y mucho, para que la mejoría tenga mayor continuidad.