El
Deportivo Alavés es el mejor ejemplo para todo los clubes humildes, demostrando que es posible hacer mucho con muy poco y derribando esa excusa de que los equipos con tantos cambios necesitan un amplio periodo de adaptación para poder empezar a rendir.
Aunque se trata de un recién ascendido -hace cuatro años estaba en
Segunda B- y a pesar de que tiene el decimoséptimo presupuesto de
LaLiga, el cuadro armero ocupa una cómoda undécima posición y jugará ante el
Barcelona la final de la
Copa del Rey. Todo ello, con un entrenador (
Bordalás por
Pellegrino) y con 17 jugadores nuevos, la mayoría, cedidos. Tanto es así que, del once tipo del ascenso sólo persisten
Pacheco, Kiko Femenía, Laguardia, Manu García y
Toquero.
Además, el
Alavés practica un fútbol muy aplaudido. Tiene un centro del campo con hombres muy asociativos y con una gran llegada desde atrás. Quiere tener el balón, aunque su principal baza ofensiva son la velocidad y el desborde de sus dos carrileros largos,
Femenía y Theo, que se adueñan de sus bandas y empujan hacia dentro a
Toquero y a un
Ibai Gómez a banda cambiada para exhibir el guante que tiene en su pie derecho.
Su gen competitivo, además, hace que no conceda mucho atrás y la altura de
Deyverson abre la vía del juego directo.