Difícil encontrar nuevos horizontes cuando se ha superado el siglo de historia, como le sucede al
Tour de Francia, que cada año persigue renovar los retos que propone en su recorrido, aderezados en su propuesta para
2015, presentada hoy en
París, con adoquines, etapas trampa, pocos kilómetros contra el reloj y el juicio final del
Alpe d'Huez.
Como sucediera en 2009 con el
Mont Ventoux o en 2013 con
Semnoz, los organizadores han buscado "acercar la montaña a París" y dejar que sea uno de los coles míticos el que perfile los contornos definitivos del podio final de los
Campos Elíseos.
En esta ocasión el honor ha recaído en el Alpe d'Huez, sus 21 curvas repartidas en menos de 14 kilómetros y con una pendiente media superior al 8 %, la traca final de una edición en la que, como viene sucediendo en los últimos años, la montaña vence a la contrarreloj.
Son los nuevos tiempos que corren en el Tour cuyo patrón,
Christian Prudhomme, quiere una carrera abierta, pelea franca cara a cara, sin el intermedio de las manecillas que siempre dan una renta a los especialistas para que puedan dosificarla en las rampas.
Nunca antes un Tour habrá tenido menos kilómetros cronometrados desde que en 1947 se introdujo esta disciplina. Catorce individuales en la primera etapa, en las llanas calles de
Utrecht, sexta ciudad holandesa que acoge la salida del Tour, el país extranjero que más veces ha tenido ese honor de las 21 en las que la ronda francesa ha exportado su inicio.
Y otros 28 por equipos en la novena etapa, gracias a que el Tour ha logrado una derogación a la regla que impone que este tipo de pruebas colectivas solo pueden hacerse en la primera semana. Será una crono por equipos entre las localidades belgas de
Vannes y Plumelec "atípica", en palabras de Prudhomme, serpenteante en su primer tramo accidentado y con un kilómetro y medio final en franca subida a la cota de
Cadoudal, con una pendiente media del 6,2 %. Pero no será en la lucha contra el crono donde se gane un Tour 2015, con muchos alicientes.
La primera semana, con proliferación de etapas llanas, cuenta con algunas trampas. Y con el retorno de las bonificaciones que tratarán de dar picante a las siete primeras jornadas en línea, con un plus de 10 segundos para el ganador, de 6 para el segundo y de 4 para el tercero.
Desde la segunda jornada, entre Utrecht y Zélande, el viento puede jugar malas pasadas. En la tercera, bajo la bandera belga, el Muro de Huy y su pendiente de casi el 10 % durante kilómetro y medio, juzgará el ganador, como suele ocurrir en la
Flecha-Valona.
Luego vendrán los adoquines entre
Seraing y Cambrai, un total de siete sectores que totalizan algo más de 13 kilómetros, menos técnicos que el año pasado, casi todos ellos en recta y muchos en pendiente, para dar menos ventaja a los especialistas pero suficientes para reeditar la batalla que fueron en su pasada edición.
El Tour visitará después su querida
Bretaña con una llegada en el Muro de Bretaña en la octava etapa. Dos kilómetros de ascenso al 6,9 % de desnivel en los que el australiano Cadel Evans inscribió su nombre en 2011 en su única visita.
Luego vendrá la contrarreloj colectiva y la primera jornada de reposo al pie de los Pirineos, menos duros este año que los Alpes, con la inédita subida a la
Pierre Saint-Martin, 15,3 kilómetros al 7,4 %, de entrada.
Una segunda etapa de desgaste, con el ascenso a
Aspin y el Tourmalet, pero llegada en plano y otra meta en alto, en la cima de los 15,8 kilómetros al 7,9 % de desnivel que coronan el
Plateau de Beille.
La transición se hará por el macizo Central, con sorpresas como la cota que lleva a la meta de Mende en la décimo cuarta etapa. Después solo quedarán los Alpes. Pero será una explosiva guinda al pastel, cuatro etapas y tres llegadas en alto.
Dos primeras largas y duras, la primera con final en Pra-Loup y sus 6,2 kilómetros al 6,5 % de desnivel, donde el belga
Eddy Merckx vistió por última vez el maillot amarillo en 1975. La segunda con la llegada en el largo descenso del Glandon, cuya cima está a 40 kilómetros de la meta. Y las dos últimas muy cortas. Primero los 138 kilómetros que llevan a la Toussuire (18 kilómetros al 6,1 %), tras haber ascendido el inédito
Chaussy, la Croix de Fer y el Mollard.
Y finalmente los apenas 110 kilómetros de la penúltima etapa que no paran de subir y bajar. Al Telegraphe, al
Galibier y, finalmente, a la cima del mítico
Alpe d'Huez que abrirá al ganador las puertas del París.