Vicente Iborra apenas estuvo dos años en la escuela de fútbol de Alfara, en la que dio sus primeras patadas al balón, pero su vínculo con la entidad sigue siendo muy fuerte. Al marcharse siendo tan niño, el Alfara ni siquiera recibió derechos de formación cuando fue traspasado al Sevilla -el mecanismo de solidaridad se activa en infantiles-, algo que Iborra compensa celebrando cada año un torneo en el que es maestro de ceremonias y con el que la entidad consigue algunos fondos para seguir con su labor de formación de fútbol base.
"Vicente era muy bueno desde muy pequeño, así que destacó desde muy pronto. Aquí cuando era alevín ya lo pusimos en el infantil, pero dijimos a su padre que estaba perdiendo el tiempo al no llevarlo a otro equipo, como así fue", cuenta Ángel García Villar, que mantiene una estrecha relación con el hoy futbolista del Sevilla.
Efectivamente, Iborra se marchó al Don Bosco, un filial del Real Madrid en Valencia donde también militaron jugadores como Roberto Soldado. "Lo volvieron a poner en alevines y marcó casi 200 goles", afirma Ángel García. Por aquel entonces, "jugaba como delantero y en nuestra escuela jugaba en banda derecha. Ya en el Levante jugó hasta de central, es bueno en todas partes", cuenta el presidente de la escuela de Alfara que también narra una historia curiosa de Iborra cuando era cadete. "El Madrid lo llamó para hacer la pretemporada pero lo descartaron por bajito". Hoy mide 1,90 metros.
De aquel Iborra niño aún queda la fidelidad que mantiene a su tierra: "Aquí en el pueblo es uno más, no ha cambiado nada ni se le han subido los humos". Una seña de identidad que le ha acompañado en el Sevilla.
Enrique García2 min lectura