Se ha convertido en fea tradición que el
Sevilla entre mal a los partidos que juega lejos de su estadio. Y ya se sabe que lo empieza mal suele acabar mal. No fue diferente para un
Sevilla que
en el minuto 7 ya perdía por 1-0. Más allá de la acción puntual del gol de
Juanpi, la sensación que dejaron los de
Machín es la de tenerle asco al partido. Y no siempre es posible la remontada ni la heroíca. Y no es sólo una cuestión de intensidad, también de ideas.
Con su gol, el Huesca hizo repliegue intensivo y
el Sevilla fue incapaz de encontrar vías hacia la portería de
Santamaría. Lo intentó por la derecha, pero los centros de
Navas no encontraron rematador. En el medio,
Rog evidenció cierta falta de rodaje, mientras que
Banega no se puede encargar de todo, por más que lo intente el rosarino.
Del paso por vestuarios salió un
Sevilla más dominador y más vertical y un
Huesca aún más metido en su campo, defendiendo prácticamente en la frontal del área grande. Ante este panorama,
Machín prescindió de un central, aunque colocó en el lateral a
Wöber en lugar de un
Promes al que le quedaba gasolina.
Munir le dio mordiente al ataque sevillista y el
Huesca ya comenzó a ir al límite.
Y justo cuando los nervionenses hicieron lo más difícil, empatar, el choque entró en una fase de locura,
VAR mediante, en el que había tantas posibilidades de que marcara el
Sevilla, como así ocurrió, aunque fue anulado, como que lo hiciera el
Huesca, que encontró el premio en la última jugada de un choque en el que el
Sevilla volvió a poner de manifiesto su psicosis a domicilio.