Asu llegada,
Víctor acertó al priorizar que la mejoría del
Betis comenzase desde atrás. Fiel a su 1-5-3-2, a los suyos se les ve cada día más adaptados y más cómodos con ese dibujo, y los datos hablan muy bien de su trabajo: en los últimos 456 minutos en casa, sólo han encajado un gol (el de Luis Suárez) y otros dos en sus dos últimas salidas.
Ese aspecto lo tienen ya casi dominado. Ahora, urge centrarse en aumentar el rendimiento en área ajena, porque ayer, por enésima vez, se le escaparon puntos por culpa de ese déficit, ya no sólo de puntería, sino de maldad y de rapidez a la hora de armar el tiro.
El técnico madrileño apostó por el mismo once que sacó ante el
Barça, pero más contemplativo, sin tanto desgaste en una presión alta, cediendo la iniciativa al
Valencia y esperando atrás para montar transiciones con la velocidad de
Durmisi y desmarques arriba.
La asociación de la segunda línea che fijó a la zaga de cinco y el
Betis salía con pocos efectivos de ataque. Además, tanto balón dividido y un ritmo un tanto frío dejaban poco margen para el lucimiento de
Rubén Pardo y
Ceballos. Pese a ello, abundaron las ocasiones para ambos equipos, lo que evidenciaba lagunas defensivas e intercambio de imprecisiones en la salida en uno y otro conjuntos.
Tras la lesión de
Mina y la salida de
Zaza y
Cancelo, el Valencia fue más directo y exigió en el juego aéreo a la zaga local, que mostró gran entendimiento y a un
Tosca ya adaptado. Además,
Piccini fue mucho más selectivo en sus subidas y supo tapar a
Nani, mientras que
Durmisi fue capaz de ser más disciplinado en la defensa, sin renunciar a esas arrancadas que tanto aportan en ataque.
Los cambios fueron tan valientes como ineficaces, ya que
Sanabria, en su regreso, no mejoró a
Alegría, y a
Jonas Martin, que entró por
Petros sacrificando agresividad y carácter, le faltó presencia.