La objetividad se pasea por el fútbol como una 'rara avis'. La emoción condiciona y la pasión conduce habitualmente las opiniones hacia los extremos. Querer lo mejor para los colores que defendemos degenera en ocasiones hacia una exigencia que no se corresponde con la realidad y se producen situaciones como la derivada de la venta de Krychowiak. La venda pasional propició críticas a una operación sensacional por un mediocentro, generando una crispación innecesaria con el reclamo de la cláusula que, como reflejo de su escaso fundamento, se olvidó en cuanto el club comenzó a reinvertir lo ingresado en talento.
Ahora, el Sevilla se enfrenta a una situación de naturaleza similar, pero radicalmente distinta por los elementos en juego. Vuelve a escena la cláusula y esta vez amparada por los números y no por el escudo que late en el pecho del sevillismo. Con Gameiro entran en la ecuación factores que sí afean la posibilidad de que el club negociase con el Atlético. El gol vale oro. Y el galo es una mina con un precio fijado que no admite rebajas. El mercado así lo estipula, y cualquier concesión supondría un menoscabo de su verdadero valor y de la posición sevillista.
Álvaro Palomo
