Marcelino García Toral intentó jugar sus bazas durante la previa del partido europeo ante el
Sevilla en El Madrigal, tachando a los pupilos de Unai Emery de ser un
equipo demasiado duro sobre el terreno de juego que, durante su enfrentamiento liguero de la primera vuelta, destacó por la contundencia de sus pivotes y por el hecho de que estos, pese a ello, no fueran amonestados hasta el minuto 80 de partido.
Un discurso llorón y plagado de
resignaciones que, pese a ello, no le sirvió al técnico asturiano para impedir que su equipo cayera derrotado en casa por
1-3 ante un Sevilla muy físico e inteligente que supo plantear un buen partido y, además, demostrar sobre el césped que los rudos y violentos, el jueves, vestían de amarillo.
Tanto fue así que el
'Submarino amarillo', que siempre remó a contracorriente sobre el terreno de juego, cometió un total de
18 faltas, superando notablemente las diez infracciones que acumularon los de Nervión sobre el verde de El Madrigal.
Y si más violentos fueron los castellonenses en lo referente a faltas, similares fueron en lo relacionado a las
tarjetas. Tres amonestaciones, frente a dos amarillas sevillistas, que sirven, también, para desmontar la
teoría de un
Marcelino que, aunque públicamente diga lo contrario, acaba evidenciando que en el fondo, aunque sea muy en el fondo, mantiene cierto resquemor hacia los de Eduardo Dato tras su infructuosa experiencia en el banquillo del
Ramón Sánchez Pizjuán.
Y eso se nota, precisamente, por cómo el propio
Marcelino acaba siendo
expulsado cada vez que se enfrenta a su exequipo, después de demostrar una pérdida de papeles en el banquillo. En resumidas cuentas, una mano mal jugada por parte del bueno de Marcelino.