Joaquín Caparrós se ha marcado como meta
aumentar el paso de la cantera en los designios del primer equipo, con escasa presencia en los últimos años de futbolistas criados en la Carretera de Utrera o procedentes del filial. El propio presidente habló recientemente de un cambio de filosofía por la cual pasaría a ser una obligación que cuatro o cinco futbolista de la casa contaran en la máxima categoría con la camiseta blanquirroja. Un objetivo nada sencillo por el nivel de exigencia en el que se encuentra instalado el Sevilla, pero para el que
tienen como aliado a Pablo Machín, acostumbrado a exprimir a sus mimbres y que, por ahora, ha brindado oportunidades a los jóvenes valores nervionenses.
En este sentido,
durante la pretemporada ha dado minutos a numerosos canteranos, y a la hora de la verdad ha prolongado esa confianza en los futbolistas que mejores sensaciones le han causado o que cuajan mejor en su sistema. No en vano, en el estreno del Sevilla 18/19
ante el Újpest en la Q2 de la Europa League (su puesta de largo como entrenador blanquirrojo) contó con dos canteranos, el ya rodado
Borja Lasso y una de las sorpresas del verano, el atacante
Pejiño. El primero en salir al terreno de juego fue el barbateño, que, como en amistosos anteriores, agitó la vanguardia y dejó
detalles muy interesantes. El propio Machín alabó su actuación: “Ha estado bien. Ha dado una asistencia y se puede ir satisfecho”.
Después le tocó el turno a Borja Lasso, cuyo futuro pende de la decisión del preparador soriano tras volver de su cesión a Osasuna. El centrocampista se ha mostrado
acertado en sus participaciones, asumiendo galones y evidenciando su deseo de integrar este nuevo proyecto. No tendrá fácil continuar por la competencia, pero hasta el momento ha dejado buenas sensaciones en los minutos que le ha dado Machín, consciente del talento que atesora.