Es materialmente imposible pasar tan pronto de héroe a villano. Y es que, si se fijan, ha pasado poquísimo tiempo desde que la parroquia verdiblanca se frotaba las manos por el inmenso acierto invernal de Stosic y sus colaboradores. Ellos, que se hartaron de pregonar lo complicado que resulta acertar a mitad de temporada con un fichaje, dieron en el centro de la diana con Paulao, injustamente señalado en la actualidad.
La segunda vuelta que protagonizó el de Lagoa Santa en la 2011/2012 fue, sencillamente, brillante, pero el infortunio se ha cebado con el zaguero y le ha golpeado donde duele. Más que lesiones, el ex del Saint-Étienne ha acumulado accidentes, por lo que la continuidad, vital en un hombre de su estatura y complexión física, ha sido imposible. Además, sus ganas de agradar, de congraciarse con una afición ilusionada por su explosión goleadora -un cabezazo que dio tres puntos ante el Espanyol y otro que encarriló el triunfo frente a la ahora intratable Real Sociedad-, han actuado en su contra. Quizás pecó de precipitación en algunos partidos, a menudo los de su regreso al once, lo cual se tradujo en cierta ansiedad. Pero esta ´rara avis´ en verdiblanco merece ser protegida. Porque hacía años que no había en Heliópolis un central con sus inmensas condiciones.
La modernización del fútbol, con el Barcelona como modelo, trae consigo la implantación de una retaguardia con otro perfil. Interesa antes un defensa que saque el balón jugado que uno contundente, agresivo, que intimide con el contacto pero también con la anticipación y poderoso en el juego aéreo. Por eso, centrales como Paulao están en peligro de extinción. Y si, encima, está deseando quedarse en Sevilla, mimarle es ya una obligación.
Óscar Murillo2 min lectura