- Eduardo Gil (12/12/2015)Eduardo Gil2 min lectura
El Madrid hubiera quedado como un club señor reconociendo su metedura de pata copera. Si la entidad hubiera hecho suya la opinión general se habría capeado el temporal y asunto cerrado. Se estudia en primero de básica de gestión de crisis. Pero en vez de saber encajar, hacer acto de contrición y propósito de enmienda, la bola de nieve de la alineación indebida de Cheryshev aún sigue rodando hasta que el TAD o el propio Bernabéu lo paren.
La contumacia es una de las características de Florentino, que preside, sin buen gobierno, al mejor club de la historia. Que nadie se ocupe de contar las amarillas acumuladas es una inimaginable negligencia, que obliga a ponerse las pilas en Concha Espina y a establecer definitivamente un organigrama operativo que delimite responsabilidades.
Mientras éstas se depuran, el Madrid ha fantaseado estar por encima del bien y del mal con un punto de soberbia. ¿Se imaginan el escándalo si algún comité hubiera admitido a trámite la apelación? No sé muy bien si servirá esta lección de humildad de la que se ríe Piqué -ya le vale a éste y seguramente recibe lo que merece-, pero el atrevimiento de recurrir y recurrir revela que poco o nada van a aprender en el Madrid de este episodio. Tan lamentable, que pone en evidencia ese atavismo vestido de grandeza que llaman Real.
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