El desgaste de Mel

Sin duda, ser entrenador, con lo que hoy en día conlleva la profesión, produce un desgaste tremendo, como bien dijo Pepe Mel, pero eso no es nuevo y, cuando uno alude a este desgaste, es porque no encuentra la motivación necesaria para seguir entrenando.

También es cierto que suele producirse una erosión entre las partes cuando los jugadores llevan un tiempo con el mismo entrenador. Eso empuja a veces al estancamiento entre ambas partes y al consecuente bajón de rendimiento por la de los jugadores, si bien es algo que no ha afectado de momento a futbolistas como Antonio Adán, Alfred N’Diaye o Rubén Castro, que forman buena parte de la columna vertebral de este equipo. Lejos de decaer, más bien son ellos los que sostienen al Betis pese a que la secretaría técnica no ha sabido aprovechar el pasado mercado estival para hallarles unos buenos complementos. ¿Esa columna vertebral no se ha desgastado? Por supuesto que sí, pero con la diferencia de que ellos continúan desgastándose sin quejarse...

Suenan las palabras de Mel a la misma excusa que puso Guardiola en su adiós al mejor Barça de la historia, y es que verdaderamente el potencial de un entrenador se ve ante el fracaso y no ante el éxito. A medida que uno consigue triunfar, siempre el fracaso estará más cerca y saber aceptarlo como tal es la virtud de un preparador con visión a largo plazo. Poner el cargo a disposición del club refleja que no te aferras al asiento, pero mejor aún está decir que tienes las fuerzas necesarias para sacar la situación hacia delante cuando la coyuntura no es tan preocupante en cuanto a puntos se refiere. Y aún queda toda una vuelta por delante.

Excusarse en el desgaste parece algo superficial, pues la falta de intensidad del Betis vista ante el Eibar tiene pinta de algo mucho más profundo.