El
Barcelona es el modelo futbolístico por excelencia de las últimas décadas. Por eso, en el siglo XXI solo ganan grandes títulos los equipos que dan prioridad al balón. El actual Barcelona es mucho más que los tres suramericanos, y debemos rascar más allá de
Leo Messi. Hace muchos años que en La Masía el balón es casi lo único que importa.
Ángel Vilda y
Paco Seirulo fueron pioneros de la preparación física con pelota.
En la Ciudad Condal se creó una cultura nueva que arrancó en 1988 con
Johan Cruyff. Y cambió todo. El club se planteaba una revolución tras el motín del Hesperia y es entonces cuando llegan jugadores nuevos de la mano del holandés. Cruyff no quiere defensas y menos todavía una línea de cuatro. En aquellos años los compañeros de selección no daban crédito a los métodos de entrenamientos de aquel equipo donde el juego comenzaba en
Aloisio. Johan se metía en aquellos primeros rondos, predicando con el ejemplo. El
Dream Team gana en Wembley en 1992.
Mientras,
Pep tomaba nota de todo. Cuando llega como técnico al primer equipo, ejecuta su idea del posicionamiento dinámico. Guardiola prende la mecha en el vestuario con mensajes como estos: "Con más de una docena de pases en posesión te organizas, mientras el rival se desorganiza". "No preocuparos porque, si os roban la pelota, el rival estará solo". "Hay que estar atentos a las coberturas, así que si el central sube a presionar, otro ocupa su lugar y el mediocentro baja a ocupar la posición de éste último". "Presionamos coordinadamente y descansamos con el balón en los pies; así, al mismo tiempo, controlamos el juego".
Todo esto lo cuenta
Martí Perarnau en su libro Herr Pep. El modelo no se copia tan fácilmente. En
Múnich lo han comprendido tarde. La readaptación del modelo que hoy ha hecho
Luis Enrique incluye contragolpes mortíferos como el que mató al Arsenal el martes. El domingo, Emery tendrá en el Camp Nou un ensayo general de la final de Copa. Ojalá se guarde una carta para el 22 de mayo. Porque, sin duda, hay faena.
Eduardo Gil3 min lectura