Ha tenido que prejubilarse Xavi para que ya no haya dudas sobre quién es el icono de nuestro fútbol para los restos. Hace media docena de años que aquella volea sudafricana puso a Fuentealbilla en el mapa. Desde entonces es eterno. Es el futbolista al que siguen aplaudiendo en cada estadio del país y en buena parte del mundo. Nuestro 'Messi' particular. Por su talento y por su talante. Por su velocidad de conducción y de ejecución. Porque su malabarismo con el balón se ha convertido en exquisita cotidianidad. Centrocampista español tenía que ser. Nunca se harta de pelota. Aquí la enseño, aquí la escondo. Sea en horizontal o en vertical. El fútbol sala llevado al salón. Iniesta no es potente como CR7, ni tan goleador como Leo. Ni falta que hace. Porque no es un producto de forzado de marketing ni hay nada excesivo en él. Tampoco le imaginamos intentando defraudar a Hacienda. Iniesta es un crack silencioso. Su naturalidad desarma. No elevará la voz reclamando el Balón de Oro porque su grandeza reside en su humildad. Yo soy español, como Iniesta.
Eduardo Gil1 min lectura