No me negarán que la faena del Sevilla esta semana es gigantesca. Y que la quinta final es aún más glamurosa que otras del pasado, por la mera presencia del Liverpool. Una leyenda hambrienta. Es el rival el que le aporta un valor añadido a Basilea. Su majestad Felipe VI se lo pierde. Mal calculado por la Casa Real. Acudir a la Liga de Campeones y no acompañar al Sevilla hasta que llegue la final de Copa del Calderón. Porque serán los sevillistas los que tarareen el himno nacional el domingo 22. Por contra, los que piten serán reconocibles por Tebas. Bien podría llevarlos ante la Fiscalía por insultar de nuevo el honor patrio públicamente. Quizá mejor que al presidente de los clubes ni se le ocurra aparecer por el palco del St. Jakob Park. Merecería que alguien le soltara una fresca. Igual que un día se pierde el miedo a ganar finales, otro día se pierde el respeto por el que insulta tu inteligencia cada vez que puede.
Y después, a por el Barcelona. Les veo celebrar la Liga sin entusiasmo, y casi que me gusta. No creo que quieran la Copa más que los sevillistas, que son los únicos que no se cansan de ganar y volver a ganar, y ganar y volver a ganar
Eduardo Gil2 min lectura