Las reses no habían acompañado al alicantino

Manzanares se alía con Juan Pedro Domecq ´in extremis´

Manzanares se alía con Juan Pedro Domecq ´in extremis´
El torero alicantino completó una buena actuación en el coso de La Maestranza, cortando dos orejas al final. - R.S.
José María Manzanares tiñó involuntariamente de suspense su encierro en solitario ayer en la Plaza de La Maestranza, siempre cómplice de un diestro que, sin ser de la tierra, torea como gusta por estas latitudes. Puso todo de su parte el alicantino, que hubo de batallar con unas reses poco colaboradoras para el lucimiento, empezando por el primero, de Núñez del Cuvillo, quizás el mejor de todos antes del broche dorado. Después, los de Domingo Hernández y Victorino Martín lucían mejor estampa que desenvoltura, lo mismo que ocurriera con el de El Pilar.

El astado de Toros de Cortés sería devuelto por flojo, saliendo en su lugar un sobrero de Juan Pedro Domecq que iba a iniciar el idilio del ganadero sevillano con José María Dolls Abellán, verdadero nombre de Manzanares hijo. Duró poco en la pelea, pero el matador logró que la música sonase toreándole con temple, por abajo, con la muleta en su sitio. Un preludio de lo que estaba por llegar desde las mismas cuadras que habían despertado la confianza del respetable.

Tras recolectar ovación, otra ovación, silencio tras un aviso, silencio y, de nuevo, silencio, Manzanares iba a completar en el sexto de la tarde (séptimo, en realidad) la faena ansiada. Para comenzar, la dosis justa de riesgo para ´enganchar´ a La Maestranza. Lo recibió el alicantino a portagayola, como merecía el toro y el aplauso cómplice del coso del Baratillo. Juan Pedro quiso poner de su parte, con lo que únicamente restaba el guiño del destino.

El animal era, sin duda, extraordinario. Bien picado por Trujillo, como antes el Vitorino, respondió a las expectativas con armoniosa belicosidad, entrando al trapo y aguantando hasta el final. Manzanares le dio muerte de una gran estocada en recepción, y el público contempló en pie cómo el toro doblaba las rodillas. Cortó dos orejas con fuerza. Era lo justo, un premio a la constancia y al esfuerzo en la cuarta de la Feria de Abril. Con lleno, claro.