Opinión

Carlos Marchena

Carlos Marchena
- Eduardo Gil
Eduardo GilEduardo Gil3 min lectura
Se fue llorando a lágrima viva a Portugal. Era tan joven que no se dio cuenta del engaño hasta que era muy tarde. El Sevilla aún se la debe, pero él no piensa cobrárselo nunca. Por una u otra razón no ha sido profeta en su tierra. Ser de verdad tiene un precio. Su timidez tampoco ayuda. Incluso tuvo fama de duro cuando realmente es un honesto pedazo de pan. Pero el talismán de la ´Roja´ es mucho más. Un tipo sencillo, solidario hasta la generosidad y tan austero que aún conduce el mismo Golf de color blanco que se compró tras debutar en su club de toda la vida con la mayoría de edad recién cumplida. Y el corazón es el que le mueve. Por ejemplo, cuando a Carlos le dijeron que su pueblo era el de menos universitarios de la comarca, se animó a poner de acuerdo a los políticos para potenciar un proyecto formativo en Las Cabezas. No es la primera vez que intenta devolver al deporte todo lo que le ha dado. El gol del ascenso con el Depor se lo dedicó a un pequeño enfermo justo antes de desnudarse para un calendario benéfico.

Amigo de sus amigos, muy familiar, algo receloso y doblemente campeón del mundo porque antes lo fue con la sub 20. De ahí lo de "Padre" del vestuario de la selección. Primero con Sáez, después en la España posRaúl con los éxitos de Luis y, por último, con Del Bosque, al que se parece mucho más de lo que él admite. Marchena anda estos días estudiando nutrición junto a un grupo de veinteañeros. Le tienta el banquillo y ser capaz de manejar un vestuario hacia el éxito, pero como le ha costado una barbaridad dejar aquello que tanto amaba, necesita un respiro. Quizá todo lo haya meditado en su estancia en la India. Se va del fútbol un grande, pero esta vez es para quedarse.
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