Por mucho que rebusco entre el reglamento y las circulares de la RFEF y la LFP, no encuentro la norma que obliga a los equipos que no se juegan nada a dejarse perder en estas jornadas finales ante los que sí pelean todavía por sus objetivos. Si no lo hacen, está claro que cobran primas a terceros. Y eso es tremendamente condenable. Más que el injusto reparto de los ingresos televisivos, los perjuicios arbitrales reiterados (casi siempre, ante los mismos rivales) y la imposibilidad de acceder a los mismos jugadores que los ‘poderosos’ por cuestiones estrictamente económicas.
Digo yo que, de jugarme un título o la permanencia, ya podían pagar lo que fuera a mis oponentes que no iban a correr más que yo, ni a meter más la pierna. Y ésa es otra: con tropecientos clubes comprometidos en la pugna por evitar ser los dos acompañantes del Betis a Segunda división, ¿quién es el listo que prima a otro, pudiendo beneficiar a más rivales directos con el desembolso? ¿O se pone un fondo ‘a escote’? Perdonen mi ignorancia, pero estos fuegos artificiales para vestir la historia con ropa bonita... La mona, de seda, sigue siendo mona.
Lo que le faltaba al controvertido fútbol español es escenificar su división interna, amén del evidente descontrol en horarios, comités y demás. No se explica de otra forma que, con el presidente de la Liga, Javier Tebas, enarbolando la bandera de la limpieza, salga su homólogo de la AFE, Luis Rubiales, y defienda la legalización de los premios por ganar. Que, así, se declararían y ganaríamos todos, por la transparencia y tal. Claro. Nada de dinero negro ni de primas por dejarte perder, por supuesto. Y el resto nos chupamos el dedo.
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